Acto tercero
Escena I
(Una plaza pública.)
(Entran MERCUCIO, BENVOLIO, un paje y criados.)
BENVOLIO
Por favor, amigo Mercucio, retirémonos. El día está caliente, los
Capuletos en la calle, [y si llegamos a encontrarnos, será inevitable una
contienda; pues con los calores que hacen, bulle la irritada sangre.]
MERCUCIO
Te pareces a esos hombres que al entrar en una taberna nos
sueltan la tizona sobre la mesa, diciendo: ¡Dios haga que no te
necesite!; y que, a efecto del segundo vaso, la tiran contra el sirviente,
cuando, en verdad, no hay para qué.
BENVOLIO
¿Me parezco a esa gente?
MERCUCIO
Vamos, vamos, tú, de natural, eres un pendenciero tan fogoso como
no le hay en Italia; una nada te provoca a la cólera y, colérico, una nada
te vuelve provocador.
BENVOLIO
¿Y a qué viene eso?
MERCUCIO
Vaya, si hubiera dos de tu casta, en breve los echaríamos de menos;
pues uno a otro se matarían. [¡Tú! Tú la emprenderías con un hombre
por llevarte un pelo de más o de menos en la barba], le armarías
contienda por estar partiendo avellanas, sin haber más razón que el ser
de éstas el color de tus ojos. [¿Quién, sino un ente igual, se fijara en un
pretexto semejante? La cabeza se halla tan repleta de insultos,
como lo está un huevo de sustancia; y eso que, a causa de riñas, está ya
cascada, como un huevo vacío.] ¿No has buscado disputa a un
hombre porque tosiendo en la calle despertaba a tu perro, que dormía al
sol? ¿No la emprendiste contra un sastre porque llevaba su casaca nueva
antes de las fiestas de Pascuas, y con otro porque una cinta vieja ataba
sus zapatos nuevos? Y sin embargo, en lo de evitar cuestiones, ¿quieres
ser mi preceptor?
BENVOLIO
Si yo fuera tan dado a pelear como tú, el primer venido podría
comprar las mansas redituaciones de mi vida por el precio de un cuarto
de hora.
MERCUCIO
¿Las mansas redituaciones? ¡Qué manso!
(Entran TYBAL y otros.)
BENVOLIO
¡Por mi vida! Ahí llegan los Capuletos.
MERCUCIO
¡Por mis pies! Poco me da.
TYBAL
[Seguidme de cerca, pues voy a hablarles. -Salud,] caballeros; una
palabra a uno de vosotros.
MERCUCIO
¿Una palabra a uno de nosotros? ¿Eso tan sólo? Acompañadla de
algo; palabra y golpe a la vez.
TYBAL
Bien dispuesto me hallaréis para el caso, señor, si me dais pie.
MERCUCIO
¿No podéis tomarlo [sin que os lo den?]
TYBAL
Mercucio, tú estás de concierto con Romeo.
MERCUCIO
¡De concierto! ¡Qué! ¿Nos tomas por corchetes? Si tales nos haces,
entiende que sólo vas a oír disonancias. Mira mi arco, [mira el que te va
a hacer danzar. ¡De concierto, pardiez!
BENVOLIO
Estamos discutiendo aquí en medio de una plaza pública;
retirémonos a algún punto reservado, o razonemos tranquilamente
sobre nuestros agravios. De no ser así, dejemos esto; en este lugar todas
las miradas se fijan en nosotros.
MERCUCIO
Los hombres tienen ojos para mirar; que nos miren pues. Yo, por mi
parte, no me muevo de aquí por complacer a nadie.]
(Entra ROMEO.)
TYBAL
En buen hora, quedad en paz, caballero. He aquí a mi mozo.
MERCUCIO
Pues que me ahorquen, señor, si lleva vuestra librea. Marchad el
primero a la liza, y a fe, él irá tras vos: en este sentido puede llamarle mozo-
vuestra señoría.
TYBAL
Romeo, el odio que te profeso no me permite otro mejor
cumplido que el presente. -Eres un infame.
ROMEO
Tybal, las razones que tengo para amarte disculpan en alto
grado el furor que respira semejante saludo. No soy ningún infame: con
Dios pues. Veo que no me conoces.
TYBAL
Mancebo, esto no repara las injurias que me has inferido; por lo
tanto, cara a mí y espada en mano.
ROMEO
Protesto que jamás te he ofendido, sí que te estimo más de lo que te
es dable imaginar, mientras desconozcas la causa de mi afección. [Así,
pues, bravo Capuleto -poseedor de un nombre que amo tan tiernamente
como el mío- date por satisfecho.]
MERCUCIO
¡Oh! ¡Calma deshonrosa, abominable humildad! A lo espadachín se borra esto.
(Desenvaina).
Tybal, cogedor de ratas, ¿quieres dar unas pasadas?
TYBAL
¿Qué quieres conmigo?
MERCUCIO
Buen rey de gatos, tan sólo una de tus nueve vidas, para
envalentonarme con ella y después, según te las manejes conmigo,
extinguir a cintarazos el resto de las ocho. ¿Queréis empuñar el
acero y sacarlo de la vaina?. Despachad, o si no, antes que esté
fuera, os andará el mío por las orejas.
TYBAL (desenvainando).
A vuestra disposición.
ROMEO
Buen Mercucio, envaina la hoja.
MERCUCIO
Ea, señor, vuestra finta.
(Se baten.)
ROMEO
Tira la espada, Benvolio; desarmémosles. -Por decoro, caballeros, evitad semejante tropelía. -Tybal -Mercucio -El
príncipe ha prohibido expresamente semejante tumulto en las calles de
Verona. -Deteneos, Tybal; -¡Buen Mercucio!
(TYBAL y los suyos desaparecen.)
MERCUCIO
¡Estoy herido! ¡Maldición sobre las dos casas! ¡Muerto soy!
¿Se ha marchado con el pellejo sano?
ROMEO
¡Qué! ¿Estás herido?
MERCUCIO
Sí, sí, un rasguño, un rasguño; de seguro, tengo bastante. ¿Dónde
está mi paje? -Anda, belitre, trae un cirujano.
(Vasa el paje.)
ROMEO
Valor, amigo; la herida no puede ser grave.
MERCUCIO
No, no es tan profunda como un pozo, ni tan ancha como una puerta
de iglesia; pero hay con ella, hará su efecto. Ven a verme
mañana y me hallarás hombre-carga. Créemelo para este mundo, estoy en salsa. ¡
Maldición sobre vuestras dos casas! ¡Pardiez, un perro, una rata,
un ratón, un gato, rasguñar un hombre a muerte! ¡Un fanfarrón, un
miserable, un bellaco que no pelea sino por reglas de aritmética! ¿Por
qué diablos viniste a interponerte entre los dos? Por debajo de tu brazo
me han herido.
ROMEO
Creí obrar del mejor modo.
MERCUCIO
Ayúdame, Benvolio, a entrar en alguna casa, o voy a desmayarme. ¡
Maldición sobre vuestras dos casas! Ellas me han convertido en pasto
de gusanos. -Lo tengo, y bien a fondo. -¡Vuestra parentela!
(Vanse MERCUCIO y BENVOLIO.)
ROMEO
Por causa mía, este hidalgo, el próximo deudo del príncipe, mi
íntimo amigo, ha recibido esta herida mortal; mi honra está
manchada por la detracción de Tybal, ¡de Tybal, que hace una hora ha
emparentado conmigo! ¡Oh, [querida] Julieta! Tu belleza me ha
convertido en un ser afeminado, ha enervado en mi pecho el vigoroso
valor.
(Vuelve a entrar BENVOLIO.)
BENVOLIO
¡Oh! ¡Romeo, Romeo, el bravo Mercucio ha muerto! Esta alma
generosa ha demasiado pronto desdeñado la tierra y volado a los cielos.
ROMEO
El negro destino de este día a muchos más se extenderá: éste
solo inaugura el dolor, otros lo darán fin.
(Entra de nuevo TYBAL.)
BENVOLIO
Ahí vuelve otra vez el furioso Tybal.
ROMEO
¡Vivo! ¡Triunfante! ¡Y Mercucio matado! ¡Retorna a los cielos,
prudente moderación, y tú, furor de sanguínea mirada, sé al
presente mi guía! Ahora, Tybal, recoge para ti el epíteto de infame,
que hace poco me diste. El alma de Mercucio se cierne a muy poca
altura de nosotros, aguardando que la tuya le haga compañía.
O tú o yo, o los dos juntos tenemos que ir en pos de ella.
TYBAL
Tú, miserable mancebo, que eras de su partido en la tierra, irás a su
lado.
ROMEO
Esto lo va a decidir.]
(Se baten. Cae TYBAL.)
BENVOLIO
¡Huye, Romeo, ponte en salvo! El pueblo está en alarma, Tybal
matado. Sal del estupor: el príncipe va a condenarte a muerte si te
cogen. ¡Parte, huye, sálvate!
ROMEO
¡Oh! ¡Soy el juguete de la fortuna!
BENVOLIO
¿Por qué estás aún ahí?
(Vase ROMEO.)
(Entran algunos CIUDADANOS.)
PRIMER CIUDADANO
¿Qué rumbo ha tomado el que mató a Mercucio? Tybal, ese asesino
¿por dónde ha huido?
BENVOLIO
Tybal, Tybal yace ahí.
PRIMER CIUDADANO
Alzad, señor, seguidme; os requiero en nombre del príncipe;
obedeced.
(Entran el PRÍNCIPE y su séquito, MONTAGÜE, CAPULETO, las
esposas de estos últimos y otros.)
PRÍNCIPE
¿Dónde están los viles autores de esta contienda?
BENVOLIO
Noble príncipe, yo puedo relatar todos los desgraciados pormenoresde esta fatal querella. Ése que veis ahí, muerto a manos del joven
Romeo, fue el que mató al bravo Mercucio, tu pariente.
LADY CAPULETO
¡Tybal, mi primo! ¡El hijo de mi hermano! ¡Doloroso cuadro!
¡Ay! ¡La sangre de mi caro deudo derramada! -Príncipe, si eres
justo para con nuestra sangre, derrama la sangre de los Montagües.
[¡Oh, primo, primo!]
PRÍNCIPE
Benvolio, ¿quién dio principio a esta sangrienta querella?
BENVOLIO
El que muerto ves ahí, Tybal, acabado por la mano de Romeo.
Romeo le habló con dulzura, le suplicó que pesase lo fútil de la cuestión,
le hizo fuerza también con vuestro sumo coraje. Todo esto,
dicho en tono suave, con mirada tranquila, en la humilde actitud de un
suplicante, no consiguió aplacar la indómita saña de Tybal, que, sordo a
la paz, asesta el agudo acero al pecho del bravo Mercucio: éste, tan
lleno como él de fuego, opone a la contraria su arma mortífera, y con un
desdén marcial, ya aparta de sí la muerte con una mano, ya la envía con
la otra a Tybal, cuya destreza la rechaza a su vez. Romeo grita con
fuerza: ¡Deteneos, amigos! ¡Amigos, apartad! y con brazo ágil y más
pronto que su palabra, dando en tierra con las puntas homicidas, se
precipita entre los contendientes; pero una falSa estocada de Tybal se
abre camino bajo el brazo de Romeo y acierta a herir mortalmente al
intrépido Mercucio. El matador huye acto continuo; mas vuelve a
poco en busca de Romeo, en quien acababa de nacer el afán de
venganza, y uno y otro se embisten como un relámpago: tan es así, que
antes de poder yo tirar mi espada para separarlos, el animoso Tybal
estaba muerto. Al verle caer, su adversario escapó. Si ésta no es la
verdad, que pierda la vida Benvolio.
LADY CAPULETO
Es pariente de los Montagües, el cariño le convierte en impostor,
no dice la verdad. Como veinte de ellos combatían en este odioso
encuentro, y los veinte juntos no han podido matar sino un solo hombre.
Yo imploro justicia, príncipe; tú nos la debes. Romeo ha matado a
Tybal, Romeo debe perder la vida.
PRÍNCIPE
Romeo mató a Tybal, éste mató a Mercucio: ¿quién pagará ahora el
precio de esta sangre preciosa?
MONTAGÜE
No Romeo, príncipe; él era el amigo de Mercucio. Toda su culpa es
haber terminado lo que hubiera extinguido el ejecutor: la vida de
Tybal.]
PRÍNCIPE
Y por esa culpa, le desterramos inmediatamente de Verona. Las
consecuencias de vuestros odios me alcanzan; mi sangre
corro por causa de vuestras feroces discordias; pero yo os impondré tan
fuerte condenación que a todos os haré arrepentir de mis quebrantos. No
daré oídos a defensas ni a disculpas; ni lágrimas, ni ruegos alcanzaran
gracia; [excusadlos pues. Que Romeo se apresure a salir de aquí, o
la hora en que se le halle será su última.] Llevaos ese cadáver y esperad
mis órdenes. La clemencia que perdona al que mata, asesina.
(Vanse todos.)