NO NIÑEZ Haiku

Abrimos plano y vemos a un niño sentado al borde de la acera. Lleva pantalones cortos, es moreno, y es tan parecido a un niño como sólo un niño sabe serlo. Y, sin embargo, sigue ahí sentado, inconsciente de su niñitud (que no de su niñez), con la cabeza baja, la mirada fija en el asfalto.
Las piedrecitas que casi emergen de ese océano negro. Solidificado. Ese niño tan niño piensa en volcanes.
En erupciones. En pueblos que viven su vida en plan holaquetal y en plan unabarradepanporfavor. Y entonces una erupción, y todo pasa a ser ohdiosmiovamosamorir y las mujeresylosniñosprimero o incluso
quelejodanalasmujeresylosniños y salvesequienpueda. Y colas a la salida de la emetreinta u homónima salida de ese pueblo de histéricos fiambres en potencia.
Y luego, la lava lo cubre todo, incluyendo a los compradores ocasionales de barras de pan. Incluso a la gente amable. Porque la amabilidad no te salva de una erupción. [Risa maléfica] No, nada te salva de formar parte del asfalto humano. Y el niño sonríe.
Dicen que toda tu vida pasa ante tus ojos instantes antes de morir. Pero lo cierto es que JMC, 25 años, soltero y parado, un segundo antes de ser arrollado por un camión, sólo puede recordar aquel instante de niñitud (que no niñez) despreocupada. Capturado como en una Polaroid. Y dos palabras. Asfalto Humano.